El hombre que no quería a los bomberos
- Pablo A. Fernández
- 15 abr 2019
- 3 Min. de lectura
El fuego devoraba la habitación. Las paredes de madera crujían, agrietándose por las llamas. La irradiación amarillo rojiza daba la alerta en la mente de Carlos, quien buscaba una salida segura de aquel infierno. No tenía forma de atravesar la puerta sin quemarse vivo. La ventana del quinto piso, sin escalera de emergencia, le aseguraba una muerte dolorosa o una vida postrado tomando fuertes analgésicos. De repente una voz, distorsionada por un sistema de sonido deficiente, dijo:
—Si hay alguien en el edificio, asómese por la ventana para ser rescatado. Está subiendo un voluntario.
Carlos se exasperó y gritó:
—¡Ah, claro! Lo que necesito yo es un bombero que me venga a rescatar del incendio. ¡Pero qué estupidez, por favor!
—Señor, acérquese más a la ventana, salga al balcón. Trate de ir agachado para no ahogarse con el humo, que es sumamente tóxico.
—¡Bah! Ahora me va a decir que el humo es tóxico. ¿Y qué pasa si a mí me gusta? A mí me gusta un poco de humo de vez en cuando. No siempre, claro, pero cuando tengo ganas y me pica el bicho de olerlo, ¿por qué no puedo hacerlo, eh? ¿Quién me lo impide? Si siento en mi corazón la necesidad de olerlo, lo huelo y listo.
—Repito, Señor. Acérquese al balcón. No le queda mucho oxígeno en esa habitación—dicho esto, una parte del cielo raso se desplomó cerca de la cabeza de Carlos.
—Yo puedo resolver esto de otra forma. No creo en eso de que sólo un bombero puede salvarme de un incendio. Es más, ¡Qué venga cualquiera, menos un bombero! ¡Mándenme un helicóptero con luces brillantes y música de fiesta, que no sea de bomberos aburridos, y yo bajo con gusto!—tosió al terminar la última frase.
—Desactivamos el gas, y cortamos la electricidad, pero necesitamos que usted ponga de su parte. El rescatista ya está llegando a su ventana.
—Perdóneme, caballero, pero yo no voy a ser rescatado por nadie. ¡Y encima es el rescatista! ¿Qué es esto? ¿Un cuento de hadas arcaico? ¿No podía ser de otra forma? Yo no quiero que me rescate ningún hombre. No por nada, eh. Que no me avergüenza ser visto con otro hombre. Soy un tipo muy moderno, pero no quiero ser rescatado de la manera que me impusieron ustedes.
Golpes en la ventana del balcón. A través del humo, una figura con grueso traje ignífugo y casco.
—Señor, acérquese a la ventana—dijo el rescatista.
Carlos se fastidió, y buscó en su mente una alternativa para no ser rescatado a la antigua. Su rostro, sudado y manchado por la luz danzante de las llamas, se veía enfermizo.
—Ya le dije a tu jefecito: Yo no quiero ser rescatado por vos. Voy a bajar por la escalera.
—Pero el humo te va a matar si hacés eso. Además hay llamas en la puerta y no vas a poder con eso. Dejame que te ayude, por favor—dijo el rescatista con profunda preocupación.
Otro pedazo de cielo raso cayó junto a Carlos.
—Yo decido. No hay una sola forma de salir de este edificio en llamas. Hay muchas formas. Y la tuya, la del rescatista anticuado, no me gusta, no me va; no la acepto.
Carlos fue hacia la puerta y extendió su brazo para alcanzar el picaporte, al mismo tiempo que el rescatista rompió la ventana y corrió para ayudarlo.
Las llamas devoraron al hombre del quinto piso y luego de un desgarrado grito cayó al suelo sin vida. El rescatista lloró, mientras se esforzaba por arrastrar el cuerpo hacia la ventana.
Pablo A. Fernández

Gracias, tocayo! Qué estabas escuchando? Espero que no sea "Que vengan los bomberos", jajaja.
Terco el hombre... muy bueno me gustó! Lo leí con música de fondo...
Aveces las dos cosas se complementan!
Muy bueno felicitaciones!